Caminando una tarde muy tranquila y amena. Vi caer la primera hoja seca de un árbol al que veo frecuentemente. Y me detuve a ver como llegaba al suelo. Pienso que el árbol sabia en lo que pensaba, y quiso hacerme un regalo. Miré, y sus demás hojas seguían verdes apenas amarillas. Tal vez no fue la primera al caer, pero lo fue para mí. Y sin pensarlo la recogí y me la traje a casa. La guarde en un libro para no perderla y poder conservarla. En el libro: Romeo y Julieta.Esa hoja me recuerdó algo.
Hay alguien superior a mi, quien me cuida, me mira, me abraza y me creó con un proposito. DIOS. El es ese árbol que siempre renueva su follaje, que esta siempre firme en su lugar, aunque a veces no le preste la suficiente atención. Pero si voy hacia el árbol está ahí, como siempre. Y sin darme cuenta me regalo una de sus hojas, que no es igual a las demás. Una de las más bellas, apreciadas y hermosas. Para atesorarla, guardarla y cuidarla.
La hoja se transforma en persona, con nombre y apellido, el diamante en bruto más precioso. Quien me conquisto con sus melodías y canciones relatando su vida, sus experiencias. Pero también del Padre Celestial, que nos guía y nos ayuda en este camino a seguir. Agradeciéndole día a día lo que nos da y lo que nos dará.
Disfrutando de esta bendición. Sin dejar que la llama de su amor hacía nosotros se apague. Su luz, nuestra guía.
Otoño dime.. Que me depara este camino, dime que sorpresas me traerán tus hermanos.Dimelo... Hoy.

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